Hablemos de webcómics

Hablemos de Camp Weedonwantcha, RPG World y Hello Cthulhu

Camp Weedonwantcha

El nacimiento de este webcómic es un poco especial. Penny Arcade un buen día decidió crear un reality show de webcomiqueros. ¿Por qué? Porque ese webcómic tiene dinero y seguidores como para hacer su propia feria de videojuegos. Total, que el cómic que ganó fue precisamente Camp Weedonwantcha. Eso debe de ser una buena señal, ¿verdad? Bueno, otro de los que nacieron allí con cierto éxito durante el concurso fue Clique Refresh, del que ya dije lo que pensaba en el pasado (resumen: es tan infame que parece una broma). Veamos qué tal se defiende.

Como el nombre da a entender, el webcómic se ambienta en un campamento de verano estadounidense en el que los padres dejan a sus hijos y jamás regresan para recogerles. Los chavales que pueblan el lugar juegan, montan travesuras, cazan, pillan infecciones, se parten huesos, son atacados por animales salvajes, hacen amigos y pasan el tiempo a su libre albedrío. Es uno de esos webcómics en los que te jode mucho que no se te ocurriera la idea a ti antes.

Las historias las protagonizan principalmente Malachi, un niño sabihondo y engreído que no es tan listo ni popular como él piensa; Seventeen, una niña hiperactiva insoportable incapaz de ver el mal en el mundo; y Brian, un delincuente juvenil sin interés en comunicarse con nadie pero que permanece al lado de Seventeen para protegerla. En resumen, son niños despreciables que no te extraña nada que sus padres los hayan tirado cuando acabaron hasta las narices de ellos.

Y sin embargo eso es lo que les hace entrañables. Es fan fácil reconocerse uno mismo en ellos, o reconocer a gente que has conocido que no puedes evitar quererles. No puedes evitar querer verles hacer el idiota cuando Malachi sufre durante horas aguantándose la caca buscando un sitio privado en el que aliviarse, o cuando quedan atrapados en el comedor por culpa de un puma, o cuando les da por hacer una expedición para cartografiar el campamento.

Hay mucho que aprender de Camp Weedonwantcha sobre cómo hacer personajes. La primera lección es hacer un grupo de gente que en algún sentido sea un imbécil. Es dificilísimo encontrar personas que de algún modo u otro no sean imbéciles, o no darnos cuenta que de vez en cuando nosotros somos imbéciles. Nos gusta ver a un grupo de pobres capullos que aun con buenas intenciones o algunas habilidades se llevan un guantazo. Es divertido escribir y leer a personajes así.

Aunque no todo es humor y absurdo en el campamento. De vez en cuando nos ofrecen vistazos a la vida que tenían los niños antes de llegar allí. Vemos sus traumas infantiles y sus familias de mierda dispuestas a tirar un niño a su suerte en el bosque para que se muera. Vemos cómo esas cosas influyeron para que desarrollaran las habilidades y características positivas de su personalidad. Aprendemos por qué aquella niña es tan buena tarareando o por qué el otro talla madera. Vemos que tras las cosas que los hacen buenos niños asoma una mano fea, y no podemos evitar quererlos todavía más. Quizás ser sus amigos.

Lección número dos: las cosas no salen de la nada. Las causas tienen efectos y los efectos, causas. Y no siempre son las más obvias. La vida es compleja, está llena de condicionantes y sucesos azarosos. A veces la gente no sabe karate sólo porque se apuntara a clases. A veces conseguir un ascenso no hace que tu vida sea mejor.

Pero no sólo del trío protagonista sobrevive el webcómic. El campamento tiene decenas de preadolescentes y cientos de gatos. Tienen sus pequeños grupos, sus zonas y sus aficiones. Los extras y secundarios no son de usar y tirar y reaparecen regularmente. Con cada aparición vamos aprendiendo más sobre quién es amigo de quién o qué le divierte hacer o cómo es. Eso le da mucha riqueza al ambiente, hace el campamento consistente y coherente, hace que se note el mimo con el que se dibuja y escribe el cómic y crea cierta complicidad con el lector al jugar a recordar quién es quién o a encontrar los gatos escondidos de cada página.

Y el dibujo, oh, el dibujo. Me declaro fan del estilo caricaturesco colorido pero apagado al mismo tiempo. Es dinámico, es expresivo, es hilarante y es único. Es sencillo pero no tiene nada de simple y la variedad e imaginación de los diseños de cada crío me encantan.

En resumen, el guión alterna comedia y drama con mucha habilidad pasando el cómic de una experiencia divertida a una memorable y el dibujo es bueno a la par que efectivo acompañando la atmósfera de los personajes e historias. Pues al final sí era buena señal que ganase el concurso.


RPG World (la web original desapareció, el enlace incluye links a copias del archivo)

La premisa no tiene mucho misterio, consiste en una parodia cariñosa de los jRPG en general y de Final Fantasy VII en particular en forma de webcómic primerizo de un universitario. No se salta ni un cliché, sea el héroe atontado con pelos de punta, el ladrón con sentimientos, el bicho mono haciendo de mascota, el emo que parece malo pero al final no, la tía medio desnuda o el personaje de relleno que repite una y otra vez la misma frase cuando hablas con él.

Ahora viene la parte de intentar explicar que no es tan malo como parece. El problema que tiene RPG World es que fue de los primeros en hacer un webcómic paródico de aventuras con chistes sobre videojuegos si no el primero. Desde entonces surgieron decenas y decenas de webcómics con la misma idea de hacer punto por punto una historia esterotípica con personajes acartonados sin un ápice de ingenio. Tienes que acercarte a él teniendo en cuenta su marco histórico para leerlo.

Incluso así la idea no suena muy allá. Un cómic de lápiz escaneado con un dibujo decente pero no tan bueno con chistes sobre mezclar estereotipos. Lo comprendo. Pero para ser el primer cómic de un amateur la verdad es que no está nada mal. Da gusto leerlo incluso aunque sepas que el autor lo canceló justo cuando estaba en el último capítulo. En su día era uno de los webcómics más famosos, ganó premios y fundó su propio grupo de aguerridos webcomiqueros en busca de asentar la profesionalización del medio. Ahí es nada.

Sin embargo hay que admitir que ha envejecido mal, incluso si no es culpa suya. Pero de verdad, que al menos para mi gusto, vale la pena leerlo a pesar de que quedó inconcluso hace años y años. Tiene cosas bien hechas dentro de lo que es una idea manida para los estándares actuales.

A nivel de curiosidad, el autor tras terminar sus estudios y dejar los cómics a un lado se centró en su verdadera pasión y hacer una carrera de ella: la animación. Fue escalando puestos en la industria acabando trabajando en Adventure Time y posteriormente migrando con Rebecca Sugar para hacer Steven Universe, donde aparece un cameo del héroe protagonista.

RPG World siempre seguirá vivo en forma de recuerdos de sus diversos fans o en forma de los momentos de morriña que se permite Ian. Aunque nunca sepamos cómo acaba.

Sigh. Times are though.


Hello Cthulhu

Este es un clásico de hace más de diez años del que me temo no hay tanto que decir. Cthulhu (un verdadero clásico entre los webcómics) y sus compañeros aparecen porque sí en el mundo de Hello Kitty. Desgraciadamente para ellos, sus nuevos vecinos son inmunes al sufrimiento y la locura. Además son demasiado idiotas para entender que Los Antiguos son malvados provocándoles depresiones y alcoholismo a los dioses alienígenas. Y eso es.

Es entretenido y gracioso, pero no hay más que rascar. La mayor parte del tiempo es un número de payaso listo con payaso tonto y punto. El webcómic sabe lo que es y no pretende aspirar a ser otra cosa, lo que probablemente hubiese empeorado las tiras al intentar pasar de tonterías sobre magdalenas follando o rayadores de queso gigantes a historias “de verdad”.

Si bien no tiene mucha variedad, el archivo tampoco es muy extenso. Son ciento y poco tiras publicadas a lo largo de cuatro de años, con lo que concluye antes de quemar por completo la premisa y la fórmula.

Eso sí, el final del cómic tiene su propia anécdota peculiar. A medida que pasaba el tiempo, las actualizaciones eran cada vez más y más escasas. Hasta aquí nada raro para un webcómic. De tanto tiempo que pasó desde que actualizó por última vez, el autor se olvidó de cómo funcionaba su propia web. Una que hasta donde sé, programó él. Lo mejor que se le ocurrió fue colgarlas en el foro que ya no existe para compartirlas con los lectores que le quedaban. Son francamente indescriptibles, así que las cuelgo aquí para que cada cual entienda lo que pueda. Pinchad para verlas en grande.

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